domingo, 7 de marzo de 2010

Enseñar...


En esta vida estamos de paso. Me gustaría que esta afirmación la pronunciara toda la población mundial cuando se levanta de la cama, sobretodo esos que no aprecian su vida y pagan el día a día con los demás.
A lo largo de mis 25 si algo le he echado en cara a un profesor es no saber enseñar. Recuerdo como hay personas que por estar en ese lugar al frente de una clase que sobretodo o por mi experiencia en un instituto o universidad se creen dioses, quieren imponer un respeto que ni se tienen a si mismos con dureza o soltando un collar de perlas para creerse en un status social superior. A parte del destino, que no acabara la carrera de empresariales se debe a que a menos que me quede sin lengua, nunca aprenderé a morderla delante de personas así, recuerdo sonriendo cuando al preguntar educadamente en una clase de ingles al profesor una duda sobre el tema que estábamos dando me soltó que esa duda no la tenía planteada, yo me alarmé muchísimo porque si hubiera sido un profesor substituto hubiera sido totalmente comprensible, pero no para un pedante que alardeaba de haber vivido 5 años en Londres y ser colaborador escribiendo en varias publicaciones así que le espeté al siguiente día de clase tras tener una negativa de nuevo a mi duda, que me explicara como demonios había logrado sobrevivir en Londres, no me sorprendió su comportamiento desde entonces, pasé de un lustroso 8 a un 5 me esforzara lo que me esforzara.
La siguiente individua ya era una fenómeno, sus clases consistían en regalar a los alumnos unos 200 ejercicios de física sin explicar absolutamente nada, espabílense que esto es la vida y si le preguntabas cualquier duda se recreaba en hacerte sudar toda la clase, al usarte de tiza frente a la pizarra, escriba esta fórmula, derívela, ah que no sabe? Como ha llegado ud. aquí?
Pensé que en la universidad no habría personas frustradas pero me di de bruces con el suelo a los pocos días, en contabilidad teníamos a una Glenn Close con unas cuantas docenas de kilos de más, en el papel del Diablo viste de Prada, lo que sucedió con aquella desequilibrada me dejó atónito, ni mi casi recién llegada por entonces ahijada tenía semejante pataleta por haber perdido una letra de cambio (unos 20 céntimos costaba el dichoso papelito timbrado) tras someternos al 3er grado de cada mañana, escudriñando los que tenían un resfriado pidiéndole que cortaran el moqueo hasta finalizar la clase (quien no es capaz de ello con dos guiños del ojo derecho, ¡por favor!), o esos ataques de tos totalmente voluntarios que todos hemos sufrido en clase que ni se calman con caramelos (para esto teníamos que haber desarrollado el doble guiño con cada ojo, paraba automáticamente quien no lo sabe...), luego nos dejó con un prefiero un café a ver vuestras caras de ladrones.

En cambio yo, me he visto siendo profesor a lo tonto, empecé con un cursillo para jubilados y amas de casa para arreglar el contrato que por entonces tenía y me faltaban horas, sin cobrar un duro por supuesto, la primera reunión parecía una clase del inserso y mis por entonces 20 años me parecian insuficientes para enfrentarme a tanta gente en un mismo cuarto, no había manera de meter mano de ninguna manera para ordenarlos, que si yo tengo un ordenador, que si trabajo en un matadero usando un robot mediante botones y una pantalla del proceso... Intenté ordenarlos por de donde venían: yo es para hacer algo cuando dejo a los niños en el colegio, yo tengo 80 años y quiero navegar por internet, yo he dejado de trabajar hace 3 años y quiero buscar trabajo, a mi mi mujer no me aguanta y me dice que me vaya por ahí todas las tardes y con el grupo de jubilados no me llevo bien para jugar a cartas, yo he sido administrativa hasta la entrada de los ordenadores en las empresas,... Como os imaginaréis aquel día no pude conciliar el sueño, pero de todo se sale, algunos no soportaban estar tanto tiempo frente al ordenador y sus cervicales les obligaron a finalizar la asistencia, otras no soportaban aprender el uso del ratón, el teclado y la ofimática antes de ponerse a mirar recetas por internet,... Pero de eso han pasado ya 5 años y la experiencia ha solventado mi nerviosismo, los sudores, la vergüenza, me han valorado, me pagan bien para como esta la situación ahora y para colmo, me siento querido y valorado por ellos, algo que no tiene precio. De todo hay, pero lograr que sexagenarios se hagan un email y lo utilicen a diario cuando nunca han usado un ordenador, es un orgullo muy grande. Debido a la falta de tiempo para sobrellevar mis estudios cometí el error de pedir finalizar mis clases el siguiente año, pero la vida hizo un trueque de horarios y el año que viene los volveré a tener ansiosos de que les tome el pelo a la par que les enseño, algo que yo no sabía como identificar con mis 2 tardes a la semana y que ellos me empezaron a llamar para mi sorpresa: buenas tardes profe.
Y por si fuera poco la satisfacción de irte a la cama sabiendo que has compartido tus conocimientos con otros y estos lo van adquiriendo con el tiempo, los ataques de risa ya no como alumno sino como profesor que te obligan a salir de la clase para llorar, van y te invitan a una comida en la que no siendo ni el 3% del personal con el que hacías las comidas de la ESO montas un escándalo que podría competir con cierto bautizo maño...
La vida siempre guiña un ojo, quien me iba a decir que la foto la tiraría la que fuera profesora mía en la ESO que también fue aquel día a comer...

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