Durante años esperaba las lágrimas de san lorenzo con la esperanza de que alguno de mis deseos perdidos se cumpliera. Al principio de vivir aquí incluso esperaba en pleno agosto en la azotea, rodeado con una toalla ver alguna... Pero sin embargo este año, un par de dias después de dicho acontecimiento, acabé viendo los coletazos de dicho acontencimiento junto al mar, enseñando a pescar a mi ahijada que lo hacia de una manera insuperable. Su hermana me preguntaba cada vez que yo divisaba una:
-¿Que pides?
- Nada (le contestaba con una sonrisa en la boca).
Hasta ahora no había caido en la cuenta, que no necesito nada y por lo tanto puedo declararme feliz, con ello no digo que no tenga altibajos como cualquier otro mortal, pero sin embargo, esa noche me di cuenta, sobretodo por las reiteradas veces en que no pedí absolutamente nada, tal vez porqué haya aprendido ya que con esfuerzo, perseverancia y mucha paciencia... Todo llega.
Te lo dedico pequeña niña revoltosa...
lunes, 17 de agosto de 2009
miércoles, 5 de agosto de 2009
Finalmente catalogado
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Me volvía a encontrar allí, cada calle tenía su propia fragancia inexpugnable con el paso de los años, aunque por el contrario las flores si que lo notaban y empezaban a marchitarse. Su etapa dorada tocaba a su fin, pero ni el azahar ni los jazmines son unas flores que muestren mucho su mal estado, hasta que no se desprenden y yacen en el suelo.
Las más exóticas sin embargo no ocultaban sus debilidades, las había que mostraban como el exorbitante sol de julio hacía mella tanto en sus pétalos como en las hojas, otras en cambio se marchitaban por el intento frustrado de revivirlas a toda costa alargando el tiempo de regado, pero con ello solo adelantaban su muerte. Pero sin embargo aquella exhibición no duraba mucho, al cabo de un par de días, tres puntualmente, eran substituidas con sumo cuidado para no rajar la alfombra de impecable césped verde que las rodeaba en cada jardín o parque.
Sin embargo había una única, incomparable con el resto, todo el mundo se percataba de su originalidad, pero ni los jardineros, ni los transeúntes, ni siquiera el mismísimo tiempo le daba mayor importancia que al resto. Pero no le importaba, sabía que llegaría el día en que vería recompensada su dedicación diaria, mientras tanto decidió abrirse con los primeros rayos de sol y llenar de felicidad a todos los que el azar hacía cruzarse en su camino. No importaba si el día era gris, si el viento intentaba arrancarle los pétalos sin ningún reparo, si las plagas de insectos intentaban comérsela, si el granizo le mutilaba alguna parte de su cuerpo,... Cuando de darse a los otros se trataba, a veces hasta aguantaba su jornada ampliando el horario sin cerrarse, porqué cuando lo iba a hacer divisaba a alguien que asomaba en el horizonte y pensaba que tenía la obligación de permanecer allí, pero al día siguiente no recuperaba el tiempo.
Cuando esto se llevaba a cabo en su rutina diaria, perdió la ilusión y realizó el proceso mecánicamente un día tras otro, hasta el fin de sus días.
Aquella originalidad que tanto la caracterizaba se fue perdiendo paulatinamente, le gente intentó en vano motivarla, ni las vitaminas de los jardineros, ni el cobertizo que instalaron los jubilados cerca por tal de resguardarla en las horas de pleno sol, ni siquiera las charlas que le daban los niños mientras jugaban a su alrededor funcionaron, llegó el día en que se cerró para siempre y para todos.
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