domingo, 21 de noviembre de 2010
Por voluntad sin azúcar
jueves, 18 de noviembre de 2010
El cascabel
Otra de las personas de las que es fácil recordar es del responsable de cierto cascabel que yace en uno de los cajones de la mesita de noche, se que me pidió que lo llevará siempre conmigo, los primeros días de aquella preciosa historia hasta me iba a trabajar con él, hasta que la broma de parecer un gato por cada despacho que pisaba acabó por hacer que lo dejara en un primer momento en la bolsa hasta acabar en casa.
La verdad es que me alimentaste la ilusión, pero por desgracia no era el momento, llegaste por mi cumpleaños y en cosa de un mes ya no nos volvimos a ver, hasta que fui a despedirme antes de un viaje que cambiaría bastante mi rutina diaria. Aquella roca aún debe echarnos de menos cuando anochece y caen las estrellas, diciembre se teñirá de tristeza este año al no vernos por allí y yo un año más en la fría sala del local social miraré con una sonrisa bobalicona al pasillo tremendamente desaprovechado, al recordarte apareciendo como un visitante más.
Tamariu era un lugar perdido en mi memoria que no lograba recordar con exactitud, ahora el recuerdo es perfecto, sin embargo no he osado pisarla de día, por tal de no perder el maravilloso recuerdo que ya por los derroteros de la vida ha sido dividido por la mitad. La vida es así, cada acción tiene una consecuencia y un momento, y aquel desgraciada o afortunadamente, no era el nuestro.
Nuestros caminos se cruzaron y nunca sabremos con seguridad si volverán a hacerlo alguna vez, guardo tu ternura, el agradecer cada abrazo y cada palabra de aliento que en su momento te di y que ha servido para que al valorarte ahora estés con alguien cada noche mimándote, abrazándote y queriéndote, como tanto anhelabas y yo fui incapaz de hacerlo. La herida aún estaba abierta y rogaba descansar durante un tiempo…
Ahora ya solo quedan los buenos recuerdos, sigue habiendo cicatriz, mas o menos visible, como en toda herida, pero afortunadamente al cerrarse aquella puerta se abrió la tuya y la de otros, pero sobretodo la más importante, la mía, la que yo decidí erróneamente cerrar con mil y un candados, tu fuiste la llave maestra capaz de abrirlos todos y permitir al aire volver a entrar, en un lugar donde el odio y el rencor estaba acabando con la vida que había tras ella.
Quart, 24 de mayo de 2007
(Fragmento de Las Cartas que nunca envié)
martes, 9 de noviembre de 2010
Cruce de miradas
No me apetecía explicar la noria de sucesos que habían tenido lugar desde que dejamos de ser compañeros de colegio, aunque involuntariamente una sonrisa se marcó en mi cara al pensar que aquello no estaba tan mal.