martes, 23 de febrero de 2010

Gragnano 1 - Zaragoza 1


Perfecta, sencillamente perfecta. Memorable gratamente memorable. Así fue la última visita relámpago a Zaragoza. Recuerdo cada segundo desde la llegada, no tuve mayor preocupación que entrar correctamente y la memoria visual me guió hasta encontrar aparcamiento. Tiempo le faltó al tato para bajar a buscarnos, afortunadamente los maños tienen sus momentos de lucidez y no bajo dando un salto desde la ventana del salón, porqué capaz, lo que se dice capaz, es. Se puede pensar que mis genes andaluces me hacen exagerar lo que digo, pero se que no es así, es increíble que una persona salte de un séptimo piso, pero él por su tato sería capaz de eso y de mucho más y no sabe como me enorgullezco de ello...
Tras casi perder literalmente medio traje gracias al cierzo que aún soplaba, llegamos a ese hogar, Silvia nos propinó dos besos de corazón a la par que no paraba de hacer hincapié en que los dos perdiéramos cualquier resquicio de vergüenza en su casa. Y el peque, que gozada de niño, cuantas cosas mueve sin vocalizar del todo, volverlo a coger, darle de comer, con cada mirada me cortaba el aliento...



Los familiares putativos ideales, con cada sonrisa y carcajada de Ciro mi tranquilidad se iba acrecentando así como la alegría de estar seguro de haber escogido realmente bien en esta vida, tanto al tato como a mi príncipe azul...


Ni tras el ansiado bautizo me regalé la oportunidad de indagar en el recuerdo, masticando pipas y explicándole a Ciro que era algo normal en España y muy típico, sobretodo para mí en verano. Pues al recordar el tiempo seguiría pasando y yo no podría seguir viviendo cada segundo allí, perdiendo detalles y momentos fantásticos. El reparo de no conocer al círculo de amistades así como los familiares, no duró mucho, en el segundo bar compartíamos carcajadas y bromas a todas bandas, algo que en la cena ya perdió orden... Aquella noche no tenía ganas de ir a dormir, alicientes no me faltaban, un largo camino por hacer en coche, la mejor persona del mundo compartiendo el reino de Morfeo conmigo... Pero finalmente acabé cerrando los ojos y al despertar, tenía que aguantar el tipo doblemente, la mitad del corazón se la quedo aquella familia en el salón, donde le dan el biberón al pequeño Santiago, juegan las partidas a la Wii, se juntan para comer o cenar y posteriormente salir,... Y la otra mitad, se fue en un avión 7 horas más tardes de montarnos en el coche para irnos.



Así ha sido la noche del domingo y todo el lunes, inerte, sin sentimientos, sin decisión, realizando cualquier acción por inercia, pero al colgar un par de fotos en el despacho, recupero la sonrisa y pienso en la próxima vez...